Ayer fue un día bastante duro. Tuve que hacer nueve horas de técnicas de búsqueda de empleo con dos cursos de formación ocupacional. No sé si habéis impartido nueve horas de clase en un día, pero si quieres mantener un buen ritmo, hacer la clase amena a la vez que práctica, es algo inhumano.
Acabé, muy pero que muy cansado. Afortunadamente, a mi salida del trabajo fui a ver a Martina. Ya os he dicho muchas veces que es mi debilidad. Y lo que os digo en el título, es ir y cargar pilas. Cuando llegó a su casa pega un salto de cinco escalones para recibirme y luego, el poquito rato que pudimos estar, nos dedicamos a nuestras cositas: cantar cançons, me explicó lo bien que le iba en el cole, me enseñó un juego que se llama les deu passes, que se ve que son dos equipos que se tienen que pasar el balón entre los miembros del equipo sin que éste se ha tocado por ningún otro jugador y que cuando llegas a diez, el equipo guanya. Nos dió tiempo incluso a hacer alguna que otra suma y alguna que otra resta, todas muy bien hechas.
La verdad es que pasar allí aquel ratito me hace evadirme de muchas cosas, me gustá adentrarme en su mundo, me da una cierta sensación de serenidad, de ternura, de paz, que me resulta muy útil para días como el de ayer.
Más tarde, aprovechando la estancia en Sant Joan Despí fuimos a ver a Ot, el hijo de mis amigos que ya va camino de los dos meses. Tiene unos mofletes importantes, y nos dio un concierto provocado por los gases digno de participar en "Tienes Talento". La verdad es que en esos momentos recordaba cuando Martina era así, y ya han pasado seis años... El tiempo vuela, señores y señoras.
Al llegar a casa me dió tiempo para ver como Iñaki le daba palos a Mariano. Pero ese es otro tema...
jueves, 7 de febrero de 2008
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