Aunque últimamente se ha hecho popular gracias a un anuncio de la ONCE, ésta es una de las canciones que más me gusta del amigo Jorge Drexler. Sobre todo me gusta su estribillo, que destaco en negrita. Me gusta porque pensaba que tenía mucho razón, que recibimos lo que sembramos. Siempre he pensado eso... A día de hoy, pienso que también hay gente que la vida ha sido/es injusta con él/ con ella. Gente que ha dado mucho y que ha recibido o está recibiendo poco. Pienso, sobre todo, en las injustas que pueden llegar a ser ciertas enfermedades, de las que nadie estamos a salvo. Desde el sábado por la tarde no dejó de pensar en ello y se me ha venido a la mente esta canción.
Tu beso se hizo calor,
luego el calor, movimiento,
luego gota de sudor
que se hizo vapor, luego viento
que en un rincón de La Rioja
movió el aspa de un molino
mientras se pisaba el vino
que bebió tu boca roja.
Tu boca roja en la mía,
la copa que gira en mi mano,
y mientras el vino caía
supe que de algún lejano
rincón de otra galaxia,
el amor que me darías,
transformado, volvería
un día a darte las gracias.
Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da,
nada es más simple,
no hay otra norma:
nada se pierde,
todo se transforma.
El vino que pagué yo,
con aquel euro italiano
que había estado en un vagón
antes de estar en mi mano,
y antes de eso en Torino,
y antes de Torino, en Prato,
donde hicieron mi zapato
sobre el que caería el vino.
Zapato que en unas horas
buscaré bajo tu cama
con las luces de la aurora,
junto a tus sandalias planas
que compraste aquella vez
en Salvador de Bahía,
donde a otro diste el amor
que hoy yo te devolvería......
Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da,
nada es más simple,
no hay otra norma:
nada se pierde,
todo se transforma.
lunes, 14 de enero de 2008
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