lunes, 3 de marzo de 2008

EL DIOS LE TISSIER

He encontrado esto y he recordado mis primeros escarceos con el fútbol europeo a través de los diferentes programas de TV3 y Canal 33. Si no teneis ganas de leer no dejéis de ver el video.



No hay mucho que ver en Southampton, una ciudad del sur de Inglaterra, situada a unos 100 kilómetros al sudoeste de Londres. La mayor parte de su casco viejo fue destruido por los bombardeos de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, y su puerto, uno de los más importantes del Reino Unido, fue el punto de partida del tristemente célebre Titanic. Es una ciudad melancólica, triste y con un clima gris, aunque en materia de carreteras, casi todos los caminos conducen a Southampton. La M27 engancha envuelve la ciudad con todos los puntos de la costa Sur de Inglaterra, la A34 enlaza con Winchester y la más famosa, la M3, es la autopista que une Londres con Southampton. Sin embargo, en todos los accesos hasta la ciudad conocida como ciudad de los santos, uno puede leer un curioso cartel a la entrada de Southampton, que reza así: ‘Welcome to Southampton, you’re entering the country from Le God’. [Bienvenido a Southampton. Está usted entrando en el país del Dios]. De ese letrero podría inferirse que la comunidad de habitantes de Southampton es muy religiosa, lo cual es cierto, aunque basta un cuarto de hora en el corazón de la ciudad para descubrir que, para los doscientos mil vecinos de Southampton, el concepto de Dios tiene su raíz en el fútbol. En la ciudad desde la que zarpó el Titanic, el título honorífico de Dios de Southampton es para un futbolista. Un tal Matt Le Tissier. Un futbolista impresionante, de una calidad superlativa, cuyos milagros formaron una corte de seguidores y fans a comienzos de los años noventa. El nombre de Matt Le Tissier, en los libros de historia y estadística del fútbol mundial, apenas dice nada. Sus goles imposibles nunca merecieron ganarse la fama y el prestigio en Italia o en España, y sus hazañas nunca llegaron a traspasar el umbral del Canal de La Mancha. Pero si en el planeta tierra los dioses del fútbol responden por nombres como Maradona o Pelé, existe un lugar en el mundo donde Dios - con mayúsculas- es británico. En Southampton, Dios bajó a la tierra para jugar al fútbol en un modesto. Vestía camiseta rojiblanca, calzón negro y llevaba el siete a la espalda. En Southampton, Dios es Matt Le Tissier.

El gran ídolo del Southampton nació en Saint Peter Port, en Guernsey, una isla situada en el Canal de La Mancha, entre Inglaterra y Francia. Desde niño, el sueño del pequeño Matt era jugar en la Premier League y vestir, algún día, la camiseta de Inglaterra, con los tres leones grabados en un escudo bordado en su pecho. Talento precoz, Le Tissier hizo sus primeros pinitos como futbolista en el Vale Recreation, equipo en el que se dio a conocer muy pronto por sus goles imposibles, algunos desde el centro del campo o desde el saque de esquina. Fue así como llamó la atención del Southampton, que lo fichó para la causa de los Saints durante la temporada 1985-86. Los dirigentes del club tenían mucha confianza en aquel chico alto, con tendencia a engordar, con nariz de alcayata y gesto displicente, que andaba sobre el césped durante 85 minutos, y que era capaz de anotar un hat-trick en los cinco restantes. Matthew tenía precisión de cirujano a la hora de armar la pierna y realizar pases de 40 metros que provocaban el asombro del público, y era el terror de los rivales cuando levantaba la cabeza desde fuera del área y chutaba a portería. No tenía demasiada velocidad, no era un tipo que desplegara un alto ritmo sobre el césped, no luchaba cada balón dividido y tenía serios problemas para marcharse en velocidad. Pero cuando aquel falso lento encaraba la portería rival, de sus botas salían relámpagos teledirigidos que azotaban las escuadras de las porterías contrarias.

En su primera temporada como jugador de los Saints, Le Tissier marcó tantos goles espectaculares que la prensa le bautizó como ‘Mister Le’, aunque la hinchada del Southampton fue mucho más allá después de un golazo al Aston Villa, a raíz del cual, Le Tissier pasó a ser conocido con el calificativo de ‘Le God’ [El Dios]. Sábado a sábado, la fama de Le Tissier comenzó a crecer entre los fieles que acudían en masa al Victorian Former Ground, el estadio del Southampton, más conocido por The Dell. Después de un par de temporadas donde Le Tissier fue máximo goleador del equipoy su mejor asistente, antes de cada partido los hinchas rojiblancos recibían la salida al campo de Matt con un grito unánime que inmortalizaron como el estribillo de una canción cuya estrofa más repetida y coreada decía: ‘He is God, Matt Le God’. Pero Matthew siempre se tomó aquello a broma, de un modo campechano, más terrenal….

- (…) Me llamaban Le God, pero podría haber sido Matt The Fat [Matt el gordo]. Bebía tanta cerveza antes de los partidos que a veces me pesaba el culo. También me pasaba con las hamburguesas y el chili (…) Cuando me llamaban Dios, no sabía qué decir, sobre todo si me cruzaba con un cura…Yo no era Dios, claro.

El siete del Southampton correspondió tanto afecto con su fidelidad de por vida. Jamás se movió del hogar de los Saints. Nunca abandonó a un equipo pobre, privado de grandes futbolistas, acostumbrado a pelear por no descender, y cuyo presupuesto era tremendamente reducido. Mr. Le Tissier vistió la zamarra rojiblanca durante quince intensas temporadas, donde disputó 540 partidos entre Liga, Copa y Copa de la Liga, anotando más de 200 goles como capitán y emblema del Southampton. Muchos fueron los futbolistas que compartieron vestuario con Le Tissier y que sí agarraron el tren de la fama para marcharse a los ‘grandes, como en el caso de Alan Shearer, que ficharía por el Blackburn Rovers, pero Le Tissier nunca llegó a plantearse que podría vivir mejor fuera del demacrado y viejo estadio de The Dell. Nottingham Forest, Arsenal, Tottenham o Liverpool lo quisieron en algún momento. Fuera de Inglaterra, Lazio de Roma, Marsella y Atlético de Madrid preguntaron por él. Siempre recibían la misma respuesta. Le Tissier nunca les devolvía la llamada. Tenía todo lo que necesitaba.

-Es fácil jugar en el Manchester United o en el Liverpool. (…) Yo prefiero jugar al borde del abismo, con presión, sacando a un equipo de bajar a Segunda. Jugar en los mejores clubes es un reto bonito, pero hay un reto mucho más difícil: Jugar contra los grandes y ganarles. Yo me dedico a eso…

Le Tissier siempre tuvo claro que entre el honor y el dinero, lo segundo nunca era lo primero. La mejor muestra llegó cuando, a comienzos de los años noventa, y según confesión de su mejor amigo y compañero, Ronnie Ekelund - que llegó a probar con el Barcelona de Cruyff-, el Chelsea decidió poner toda la carne en el asador para llevarse a ‘Le God’ a Londres. Por aquel entonces, el Chelsea necesitaba recuperar su cartel como equipo grande, y estaba dispuestos a pagar lo que hiciera falta para convencer a Matt, pero Le Tissier jamás llegó a negociar y considerar todos los ceros que podrían adornar su cuenta bancaria.

- Antes de un partido en casa, Matt me comentó que el Chelsea le había hecho una oferta de tanto, tanto dinero, que la vida de los hijos de sus hijos estaría resuelta. - confiesa Ronnie Ekelund- Luego se calzó las botas, se puso la camiseta con el siete a la espalda y me dijo que él no valía todo ese dinero. Aquel día ganamos, Matt marcó un golazo, se duchó y se fue a casa. Nunca devolvió la llamada al Chelsea.

Esa resistencia a la tentación, ese orgullo por su camiseta, esa contumaz idea de ser el estandarte de un equipo pobre, consiguió que Le Tissier no sólo fuera considerado el mejor jugador de la historia del club, sino que se ganó el primer lugar del escalafón entre todo el santoral de mitos sagrados de la historia del Southampton, un equipo que jamás llegó a soñar con batir a los grandes en su estadio, gracias a los goles de su sempiterno capitán, una especie de Robin Hood del fútbol que lucía el número siete y disparaba a puerta de manera terrorífica. El Dios de Southampton iba, sábado a sábado, regalando milagros a su parroquia. Una tarde ganaba, él sólo, al United. Otras veces, salvaba a su equipo del descenso con un gol desde el centro del campo. Y otras, como en la temporada 1994-95, marcaba el gol de los goles. Ese sábado el gigante en cuestión era el Newcastle, y el Southampton estaba en su lugar natural, el fondo de la tabla. Había que ganar o ganar, y Le Tissier enganchó un balón suelto en el centro del campo. La pelota bajaba con nieve, y Matt, que estaba mal colocado para recibir, giró sobre sí mismo y controló de espuela para bajar la pelota al pasto. Primera ovación y primer rugido del estadio para ‘Le God’. Le Tissier avanza con la pelota controlada, encara a un defensa y le supera en carrera con toque, sutil y dulce, para sortearle por un costado. Segunda ovación y segundo rugido en honor a ‘Le God’. Le Tissier prosigue su carrera hacia el corazón del área, un central le sale al paso y, cuando la pelota bota delante del capitán del Southampton, Le Tissier se inventa un sombrero que deja roto al central. Tercera ovación y tercer rugido de The Dell para su héroe. Matt aguarda a que baje la pelota mientras observa cómo el portero del Newcsatle la achica el ángulo desde el área pequeña, espera una décima de segundo y coloca el empeine derecho de su bota para acompañar la pelota, de una manera suave y delicada, junto al poste. Pero aquel gol maradoniano, kilométrico, desde el centro del campo, no fue elegido “Gol de la temporada” por votación popular. Sí lo fue su tanto al Blackburn Rovers, desde el centro del campo, con un disparo a la escuadra desde 40 metros. Fue su milagro más sonado con los Saints.

La única prueba existente de que Le Tissier era humano, y que estaba hecho de carne y hueso, había llegado un año antes, un 24 de marzo de 1993, en un partido de la First Division. Hasta entonces, ‘Le God’ había anotado todos los penaltis que había chutado. Aquella tarde, Matt había marcado un golazo, y tenía en sus botas la oportunidad de empatar la contienda ante el Nottingham Forest de Roy Keane y Nigel Clough, el vástago del mítico Brian Clough. Le Tissier cogió la pelota, la colocó en el punto fatídico, cogió carrerilla y pateó, para sorpresa de todos, de modo defectuoso. La pelota salió mordida y Mark Crossley, el meta visitante, alargó la mano para despejar la pelota y conjurar el peligro. Crossley, siempre recuerda aquella parada como un fenómeno extraño.

- Él era un seguro de vida, pero la pegó mal y lo paré. Ganamos 1-2 y, después del partido, Matt se me acercó y me dijo que algún día tenía que fallar, y que esperaba que mi parada me diera buena suerte para jugar algún día con mi selección.

Aquella tarde no lo sabía, pero años después, Mark Crossley, que llegaría a ser el portero titular con la selección de Gales, pasaría a la historia como el único portero que fue capaz de detener un penalti a Matt Le Tissier. Después de casi 16 años en el Southampton, ‘Le God’ anotó todos y cada uno de los que lanzó. Ejecutó 50 penaltis y anotó 49. Después de fallar ante Crossley, nadie volvió a detenerle una pena máxima.

Sin embargo, sus goles espectaculares, su carisma en Southampton y su extraordinaria elegancia sobre el campo nunca fueron un aval suficiente como para que Le Tissier triunfara con Inglaterra. Siendo un chaval pudo haber elegido jugar para Francia, al haber nacido en territorio anglo-francés, y alguna vez debió arrepentirse de no haber probado con Les Bleus. Porque, a pesar de que Le Tissier fue convocado en varias ocasiones para jugar con su selección, nunca fue un fijo para su país. Nunca tuvo continuidad. Siempre fue injustamente marginado. Sólo disputó ocho encuentros con la camiseta de los pross, y se quedó fuera tanto de la lista de la Eurocopa de Inglaterra, en 1996, como dos años más tarde, del Mundial de Francia, en 1998. Ni Terry Venables ni Glenn Hoddle, ni Kevin Keegan ni Sven-Göran Eriksson confiaron en su pie de seda. Todos dieron la espalda a Le Tissier como pieza clava para ganar los campeonatos, y le sacrificaron en beneficio de jugadores de un perfil mucho más áspero. Una veces fue por sus lesiones musculares. Otras veces, el ‘no’ llegó por sus problemas de espalda, otras, por su propensión a engordar más de la cuenta, y la mayoría, por su carácter introvertido. Nadie sabe qué habría conseguido Inglaterra con el siete del Southampton como director de orquesta.

Con los tobillos resentidos, con múltiples problemas en su espalda y con una rodilla muy desgastada, Le Tissier decidió colgar las botas en el año 2002. Tenía 33 años y había dado toda una vida por su club. En mayo de ese mismo año, Matthew Le Tissier tuvo su partido homenaje, en un choque amistoso que enfrentó a sus dos únicos equipos desde que era un niño. Al Southampton y la selección de Inglaterra. Rodeado de sus ex compañeros, gente como Alan Shearer, Tim Flowers, Paul Gascoigne o Ronnie Ekelund, el último adiós de Matt Le Tissier congregó a 32.000 aficionados. Era un día triste para Southampton. El cuerpo de su Dios había dicho basta, y el siete nunca más volvería a vestirse de corto.

Tras la retirada de Le Tissier, los fans del Southampton han comercializado un CDRom biográfico sobre ‘Le God’, con todos los detalles de su carrera. Sus mejores goles, su biografía, sus comienzos, su familia y sus amigos. Lo compraron veinte mil seguidores, y tuvo tanto éxito, que a partir de 2006 decidieron que se pudiera descargar de manera gratuíta a través de Internet. A su retirada sigue trabajando en el Southampton como embajador del club. A día de hoy, Matt Le Tissier es el embajador de los Saints en el mundo, se ha sacado el título de entrenador y es el hijo pródigo de Southampton. Sea como fuere, si uno se desplaza en coche hacia Southampton, aún puede encontrarse con esos particulares carteles distribuidos por carreteras y autopistas, que siguen recordando a su gran héroe. En esos carteles, que ya no son cientos sino decenas, se puede seguir leyendo eso de ‘Bienvenido a Southampton, estás entrando en el país del Dios’.

Fuente: http://elhacha.wordpress.com/2008/03/03/matt-le-tissier-dios-de-southampton/

1 comentario:

Anónimo dijo...

En mis años de espectador, a veces enfermizo, de nuestro querido deporte ha habido dos 7. Uno mi idolo de infancia, Lobito Carrasco y otro Le Tissier. Para mi, dos pedazos de jugadores.