¿BALÓN DE ORO?

No sé si estará o no en esa famosa lista que premia al mejor jugador de Europa del año, porque en el fútbol hay mucho especialista que no conoce a nadie más allá de los grandes jugadores de los equipos más mediáticos, pero se lo merece como el que más. Nadie en Europa ha jugado más partidos ni ha ganado más cosas ni resulta tan determinante en un partido o en una competición. Daniel Alves ha completado un año de ensueño, de la Supercopa de Europa de agosto pasado a la Copa de América de este julio que nos ocupa. Por medio, la segunda Copa de la UEFA y una Copa del Rey, además de una Liga espléndida en la que acabó como uno de los mejores asistentes de gol desde su posición de lateral. Algo parecido, incluso menos, hizo Michael Owen con su Liverpool en 2001 y en esa ocasión al Golden Boy le valió para ser distinguido por la revista francesa con ese Balón de Oro que parece que será en esta ocasión para Kaká. Precisamente, dentro de un mes, se verán las caras en Mónaco Dani Alves y Kaká, Sevilla y Milan, otra buena ocasión, con audiencias televisivas millonarias, para demostrar si la verticalidad, agresividad y omnipresencia de uno se merecen el premio más que la creatividad y clase del otro. Señalar a cualquier de ellos es una cuestión de matices o gustos. Pero lo que se entendería como un auténtico insulto al fútbol, un desafío al buen gusto, sería que Daniel Alves no acabara entre los tres primeros de cualquier clasificación que se haga en el mundo sobre los mejores jugadores del año. Un año en el que ha sido el mejor jugador en el partido inicial (elegido MVP de la Supercopa de Europa tras secar a Ronaldinho y el mejor jugador en el partido final (jugador más destacado en las crónicas de la final de la Copa América). Lo que ha hecho entre medio tampoco ha estado mal.