viernes, 26 de marzo de 2010
COMPARTIENDO AVE CON UNA INVITADA DE "EL DIARIO"
El AVE Barcelona-Madrid de las 06:40 se llena, una vez más, de ejecutivos trajeados y encorbatados, de alguna que otra ejecutiva con perfume caro (pero menos), todos con un cargo que incluye la palabra manager o key account. Me gusta ese tren, porque suele ir bastante vacío y hasta Zaragoza puedo ir estirado en dos asientos y recuperar parte del sueño de ese día. Esa es mi función hasta que llego a Zaragoza- Las Delicias.
Allí me suelo activar, leer algo, escribir, matar el tiempo. Ayer me fue imposible... Subió una chica, hacía unos pocos años que había pasado la treintena. Impecable chándal azul eléctrico, churumbela bajo el brazo y sin maletas. Su presencia provocó un espectáculo digno de ser grabado en cámara oculta.
Nada más sentarse, le suena el móvil (evidentemente a toda pastilla) y como tono lleva a uno que dice que es esclavo de sus besos. Menos mal que ella no da vueltas cuando suena... Ahí empieza el espectáculo. Si su interlocutor hubiera estado a 100 metros a la redonda, hubiera podido oirla sin problemas... qué manera de gritar. A estas alturas, mis compañeros yuppies levantan la mirada de sus perfectos ordenadores mini-portátiles de sobremesa y comienzan a buscar complicidad entre ellos. Pero fue solo el principio...
La interlocutora era la abuela, pero después llamaron tres más. Y el ritual de siempre, esclavo de tus besos hasta que puede coger el teléfono (unos diez segundos) y luego conversación a gritos. Que sí, que estás en el tren y que ya avisarás cuando llegue, que corre mucho y que la Azahara (hasta entonces llamada churumbela) está bien. Tres veces la misma operación.
Parece que la situación se calma... pero Azahara empieza a llorar y, siguiendo el vivo ejemplo de la madre, se pone a gritar. Horror, va camino de un minuto y no para, y mira que nuestra protagonista la mueve arriba-abajo, le ha dado agua e incluso ha sacado un kleenex usado de su precioso chándal azul eléctrico para limpiarle los mocos. Al final le da una galleta y bajo el consejo-amenaza-grito de "Azahara cómete la galleta" se calma. Ahí se me viene a la mente Belén Esteban y su famoso "Andrea cómete el pollo". Igual es su prima zaragozana...
Sigo leyendo mi libro de Matthew Tree, "La puta feina", cuando al cabo de diez minutos ocurrió un hecho que bien pudo cambiar el curso de la historia. Ahí ya decidí que ya tenía entrada para el blog. Y es que, nuestra protagonista se queda dormida, no solo dormida, sino que ronca... parece una taladradora.
Los yuppies vuelven a dejar otra vez los Excel repletos de números (supongo que rojos o con un - delante, que se note la crisis) y esta vez las miradas se convierten en carcajadas. Sobre todo dos que tengo atrás, los que ocupan zona de pasillo, que se plantean llamar a la azafata porque así no hay quién pueda trabajar.
Nuestra querida Azahara vuelve a llorar y sus gritos se mezclan con los ronquidos de su progenitora. Y yo que me pensaba que las películas que ponían era lo peor que se podía oir en el tren... La señora, de buenas a primeras, abre los ojos y abandona sus ronquidos. Vuelve a callar otra vez a la niña con una galleta en la boca (esta vez en plan un poco agresivo) y se prepara para bajar la primera (acababan de anunciar la llegada, pero no era plan de llegar tarde).
Y así fue como un aburrido viaje se convirtió en algo anecdótico para poder contar. Por la tarde, a las 19 horas ya estaba en casa y puse rápido "El Diario de Patricia (aunque sin ella)" convencido de que al único lugar dónde esa mujer podía viajar era como invitada de ese programa. De hecho, llevaba el piercing en la cara que creo que es condición indispensable para poder salir en él.
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2 comentarios:
Tio genial... Vaya viaje! La canctidad de anecdotas de ese tipo que se quedan sin grabar ni contar...
increible!!jejeje se puede escribir un libro con las anecdotas que ocurren en el dia a dia...
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