martes, 30 de junio de 2009

PORTERO




Siempre he pensado que para ser portero hay que tener una "pasta especial". Desde todos los puntos de vista. Ya empezando por su posición en el campo, su aislamiento, su equipaje diferente, su entrenamiento específico.

Para un portero el hecho de no intervenir es esencial para el buen desarrollo del equipo, es decir, su no participación es un buen síntoma. Dicho en otras palabras, el día que saltas al campo tras una semana de duros entrenamientos, madrugas, coges el autocar y te chupas 200 kilómetros, calientas, aguantas la "chapa" del entrenador, saltas al campo, no tocas un solo balón y tu equipo gana 0 a 7, todos los jugadores están contentos. El delantero que en media hora ha hecho un hat-trick y que el míster lo ha quitado al descanso, el delantero suplente que nunca juega y que ese día ha tenido toda la segunda parte para intentar demostrar que merece más minutos, el central que se ha estrenado como goleador a la salida de un córner, el lateral que ha subido la banda más veces en ese partido que en todo el resto de la liga...

Pero en liga hay partidos de todo tipo. Llega el día que visitamos el campo del líder. Nos jugamos tres puntos más el average. Ganando somos virtualmente campeones. La misma rutina, entrenamientos duros (esta semana más), entrenamiento específico (esta semana más, el entrenador de porteros se vuelve loco), el mismo madrugón, autocar, otra vez 200 kilómetros, vuelves a calentar, otra "chapa" del entrenador (esta vez aún más intensa, nos jugamos la temporada).

Saltamos al campo. El delantero titular tiene dos claras que falla... no pasa nada. Todo el equipo lo anima. El delantero suplente come pipas en el banquillo sabiendo que hoy no le tocará ni calentar para perder tiempo. El central ya no sueña con marcar sino con parar al delantero rival, madre mía, que pedazo de jugador, han venido a verle un ojeador de no sé que equipo. El lateral hace un tímido intento de subir la banda ante los nervios del entrenador. Estás loco, dónde vas, grita haciendo aspavientos, vamos empate, guarda tu zona y no olvides hacerle la cobertura al central, que el delantero centro es muy rápido.

Llegamos al descanso. Cero a cero. El entrenador mezcla a partes iguales palabras de ánimo con algún que otro reproche hacia nuestra actitud defensiva. Nos han cosido a ocasiones y entre los palos y un poco de fortuna el señor que mueve el marcador no ha tenido trabajo. Eso, sí ningún comentario a los dos mano a mano fallados por el delantero. Lo normal en estos casos.

El capitán, futuro entrenador de algún equipo, intenta hacer ver al entrenador que la actitud defensiva no es la más propia, que el empate no nos vale. Éste hace caso omiso a sus peticiones y tiene las ideas claras. Una línea de cinco y otra de cuatro por detrás del balón, muy juntintos, con continuas ayudas y oscilando en función del balón. Toda la semana haciendo trabajo físico se tiene que notar. El delantero suplente con cara de resignación piensa que igual debería haber hecho caso a quién le aconsejó irse a otro equipo. Ahora mismo estaría igual de cansado que lo está el nueve titular.

Comienza la segunda parte, todo sigue igual. Ellos venga a crear y crear, nosotros encerrados atrás. Robamos un balón en el medio, balón largo a nuestro nueve, vaselina al portero y al larguero. Joder, ahora somos nosotros los que tenemos mala suerte... Nuestro entrenador se acuerda de la familia de todos los astros...

Nos siguen dominando, el portero saca dos córners cerrados a puños y hace un paradón impresionante con un chut de fuera del área... no sé en que pensaba el medio centro defensivo, tanto aguantarle, si sabe que le pega al balón que lo destroza. Llegamos al minuto 43 de la segunda parte, provocamos un córner y tras tres rechaces... marca el central. Se va convertir en el héroe. Se tira al césped para celebrar el gol, todos encima de él. Nadie se acuerda de celebrar el gol con el portero...

Ellos atacan a la desesperada... cuelgan balones de todos los lados. Nosotros perdemos tiempo como podemos... el portero va a sacar de puerta y cambia el balón de lado... le da una rampa y se tira al suelo. El árbitro viene y le saca amarilla, hace que le atiendan... dice que va a descontar. Gana dos minutos y saca de puerta, directamente al central contrario que la cuelga... el portero sale a coger el balón e incomprensiblemente no mide bien la altura, se le escapa cuando ya la tenía en las manos, cae a los pies del delantero centro, el bueno, el rápido, el que está siendo seguido por el ojeador y marca el empate.

Se nos jodió la liga.

En el vestuario todo son malas caras. Y no te digo nada en el autocar de vuelta. Un funeral. El portero se sienta en el asiento delantero, al lado del conductor, imaginando el titular del periódico local del día siguiente. Un fallo suyo les quitó la liga. Nadie se acordara de las ocasiones que falló el delantero. Nadie se acordara que el central marcó el gol pero luego no rechazó de cabeza el balón colgado que supuso el empate. Nadie se acordará que el lateral que no podía subir la banda no hizo bien la ayuda al central y dejó solo al delantero centro que metió el gol del empate. Nadie se acordó de aquel mano a mano que saco en la primera parte, de su estirada a la escuadra que salvó el uno a cero, de los puños que sacó dos veces para despejar los centros envenenados a córner.

Años más tarde se reunirán y se acordarán del año que no ganaron la liga porque al portero se le escapó el balón de las manos. Si la hubiera parado...

Nadie entiende al portero. Bueno, sí, hay alguien que lo entiende. Ese alguien que generalmente lleva el número trece y que, ese sí, que no juega nunca o casi nunca. El portero suplente.

1 comentario:

Taratan dijo...

Como la vida misma.